-Antes-
Elizabeth:
No puedo creerlo. Simplemente no puedo. ¿Qué mierda le
sucede? La herida no deja de sangrar en mi brazo, pero, gracias a mi santo y
alcohólico padre tengo “poderes” y
puedo sanarme aunque, no son geniales, en algo deberán de ayudar. Pongo mi mano
sobre la herida, cierro los ojos he intento hacerlo. Mi citrina comienza a
agitarse y, atreves de mis parpados veo un resplandor anaranjado. Visualizo la
herida en mi mente e imagino los puntos cerrados. El dolor cesa.
Abro mis ojos y dirijo mi mirada a mi brazo desenado que
la curación haya funcionado. Lo hizo. No tan bien como esperaba pero, lo hizo. Una
cicatriz rosada se extendía por mi brazo. ¡Genial!
Nótese mi sarcasmo facetas Malik me ha dejado otra marca.
Me deslizo por mi cama y tomo la almohada que dejé antes
de que Trevor apareciera. Introduzco mi mano en la funda de nuevo buscando a
tientas aquella superficie, cuando la toco intento reprimir un gritito de
emoción ante ello. La aseguro entre mis dedos y la extraigo de la funda. Una
vez fuera, mis manos comienzan a temblar, se siente como si estuviera haciendo
algo jodidamente mal.
La tomo con mis dos manos e intento abrirla. Malditamente
mal. Me resulta imposible y, me doy cuenta de que, tiene una cerradura. ¡Joder! La observo con atención y me
doy cuenta de algo. La cerradura tiene una forma parecida a la de mi citrina.
Extraño.
Quito, con mucho cuidado aquella joya de cuello y la
coloco en la cerradura. Encaja. Perfecto. La giro con extremada suavidad y un
‘click’ suela. ¡Wuju! Siento una
inexplicable adrenalina circular por venas pero, antes que nada coloco mi
citrina de nuevo en mi cuello. Ahora sí, abro la cajita y, lo que me encuentro
ahí es un pedazo de ópalo, un bello ópalo con una franja amarilla, igual que mi
citrina en el centro, tiene un cordón amatado a ella. Una pulsera.
La tomo con cuidado, demasiado diría yo. Es una pieza
importante, mucho. El ópalo es un conductor de luz, reduce los efectos del
ónix, la pieza perfecta para los seres de luz que quieren enfrentarse a los Umbrarum
y tomar el libro que John tiene. Mi citrina comienza a brillar. Coloco el ópalo
en mi muñeca derecha y, la luz de mi citrina se dirige a él. Juntos desprenden
dos luces, se mezclan.
Siento un hormigueo en mis brazos y, de pronto me siento
diferente. Con más energía. Renovada. Me levanto y me dirijo al espejo. Mis
ojos brillan. Amarillos. De nuevo. Esto es jodidamente genial. Y digo genial
porque parece que tengo la energía que me daba de pequeña después de comer el
mantón de pastelillos de chocolate de la abuela.
Hablando de los pastelillos, siempre pensé que aquellos
pastelillos tenían algo raro. Siempre que los comía una energía impresionante
me llenaba y no era precisamente por el chocolate. Era algo más, lo sé, lo
sabía en ese entonces.
Según el recuerdo que tengo de mi abuela era una persona
muy linda, cariñosa y genial. Recuerdo el dulce olor a galletas de su casa. Su
perfume. Pero ella se fue, de la nada una terrible enfermedad desconocida la
atacó, dejó de ser la abuela linda y tierna para ser una persona ácida que
parecía no tener sentimientos, en un abrir y cerrar de ojos la tía abuela
Carmelia se fue y, la secundó mi abuela Katherine.
Recuerdo también como entrenaba después de que la abuela
se fuera, cuando ella dejó este lugar yo era muy pequeña aún pero lo recuerdo.
Recuerdo las reuniones en casa de la tía Carmelia-así solía llamarle- con toda
esa alegría; recuerdo a dos chicos, uno de mi edad y otro algo mayor, mis primos
creo. Nietos de la tía Camerlia. Recuerdo jugar con ellos, aunque, era raro
porque, cuando salíamos a jugar a la luz del sol, la tía Carmelia les untaba
una crema en el cuerpo, no tenían permitido salir al sol sin antes habérsela
puesto.
Lo mismo sucedía conmigo, solo que, conmigo era en la
noche, no podía salir en la noche sin que antes la abuela Katherine me untara
una crema viscosa con un olor a jarabe de fresa. Pero, desde que la tía
Carmelia murió no volví a ver a aquellos niños. Nunca.
Cuando mi abuela me entregó la citrina todo cambió y, la
oscuridad dejó de ser un problema para mí. Los citrines tenemos otro problema
también, el agua. Como se sabe el fuego se apaga con agua, con nosotros es algo
parecido. Cuando estamos en la natural-perecida a un ser de fuego- el agua nos
debilita. Aunque nada de esto sucede si se tiene el ópalo.
Volteo a ver la pieza en mi muñeca y, sonrío. La abuela
hubiera estado muy orgullosa e mí si supiera que tengo uno. El ópalo es caro y,
se encuentra en Australia lo cual, bueno, no está nada cerca de Georgia.
El ópalo junto con la citrina son muy beneficiadoras
tanto para un Citrin como para un Ignis. Son como amuletos, si, como amuletos
de la buena suerte. Digamos que, después de que se me colocó la pieza de
citrina en mi cuello estoy vinculada a ella. Mi vida depende de ella. Si la
tengo fuera de mi alcance por mucho tiempo, puedo desaparecer, esfumarme,
morir.
La mansión de los Malik, esta casa tiene algo extraño,
algo que mi citrina percibe, algo que yo percibo también. Ahora sé que John es
un Umbrarum, un ser de sombras, tal vez, el enemigo.
Mensaje
secreto: Fuego se extiende por tu piel al igual que las sombras te persiguen
sin cesar.
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